El barrio está ubicado en la avenida Intercomunal Jorge RodríguezFotos: Darwins Martínez. María V. Matute / El Mío. Zona Norte.- Es un miércoles a las 10:30 de la mañana. Un cerro de bolsas de basura y casas a medio construir intentan robarle, en vano, protagonismo a las calles de tierra y a las rejas de las casas. Todos estos elementos se juntan para dejar en evidencia el estado que presenta esta comunidad. No hacen falta muchos minutos en ella para percatarse de esa realidad.
En el barrio 17 de Junio se ven pocos habitantes en sus calles. Dicen los vecinos que el trabajo los saca de sus viviendas. De resto, ni provoca salir de ellas. “Ahorita en todos lados es inseguro”.
Eso es lo que dicen algunos residentes de la calle principal, arteria por la cual transitan carros y motos aunque no tiene pinta de una vía de acceso. No hay asfalto y es bastante irregular.
Cuando los vehículos pasan levantan un tierrero, “ni contar cuando van volaos”. Una casa identificada con el número 47 funge de bodega y panadería. Un niño, de siete años de edad, llega a la puerta y con el grito de “¡Despacho!” llama a la dueña.
- Me da dos canillas.
- Se dice por favor - se escucha una voz.
- Por favor – repite el pequeño.
Maritza Cedeño toma una bolsa plástica, los cinco bolívares que le da el niño, le dice que no hay vuelto, se recuesta de la reja con candado y habla.
Maritza lo hace relajado, como si estuviera preparada para explicar los problemas que aquejan a la zona en la que reside. “El problema más grave del barrio es que no tenemos electricidad propia. La empresa, cómo es que se llama, no es Eleoriente, bueno la de electricidad, nos donó los postes, sólo falta que los pongan a funcionar”. Desde la casa de Maritza se divisa una maraña de cables que llegan a un poste que está en la primera entrada del sector.
El 17 de Junio está ubicado a un lado del complejo polideportivo Luis Ramos, en la avenida Intercomunal Jorge Rodríguez. Los residentes no están seguros de si pertenece al municipio Bolívar o a Sotillo.
Al parecer, ni las alcaldías, pues ninguna de las dos mete la mano para arreglar esta comunidad, que comenzó como una invasión hace 10 años. Quizá ese sea el problema. Está entre el polideportivo y la Universidad de Oriente.
Más problemas
Pisa los 60 años, vive con su esposa, su hija y nueve nietos en la segunda calle del lugar. Teme identificarse. Como los demás, recalca que la inseguridad ya es parte de la cotidianidad. Cuenta que no hay patrulleros, aunque debería, porque al menos cuatro veces por semana escucha de un atraco en la avenida.
Así como los policías, las tuberías de aguas negras también están ausentes. Usan pozo séptico. “Las primeras casas son las únicas que tienen un tubo que llega al canal que está en la Intercomunal y porque ellos lo instalaron”, refirió el sexagenario en cuestión, con un hablar acelerado que sólo aminoraba su ritmo cuando se disponía a tomarse el guayoyo, todo esto desde la sala de su casa.
Son tres calles: la principal, El Tubo y San José y ninguna pasa la prueba del buen vivir.
El ruido de los carros, en su veloz andar, es otro elemento que se une al conjunto de calamidades. Destacan que en ocasiones han sido testigos de choques y vuelcos de gandolas, pues están en todo el frente de la redoma de Molorca.
Con ese ruido como fondo, aderezado con el corneteo, aparece el mediodía y empiezan a llegar mujeres con sus hijos uniformados. Así como ingresan a la barriada, donde lo que más se ven son ranchos de madera y zinc, se encierran en sus viviendas para protegerse de la inseguridad. Así dicen pasar gran parte del día.
http://eltiempo.com.ve/locales/regionales/comunidad/el-barrio-de-nadie-fotos/24218
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